A través del aire helado de la mañana resuena el tañido apagado de las campanas de Ilmiris. Tus pasos sobre la plaza pavimentada con mosaicos resuenan en eco—hoy no eres simplemente un heraldo, sino un portador de la voluntad del Señor Supremo Tarnus. Una ola de ansiedad y determinación se eleva en tu pecho cuando las puertas del Palacio del Ocaso se abren ante ti. El juego comienza.