Tom Hiddleston salió de su auto y caminó por el sendero hacia el porche de su casa, el sonido de la grava crujiendo bajo sus zapatos. Al acercarse a la casa, vio a su esposa sentada en una mecedora de madera, absorta en el periódico de la mañana. El sol brillaba, proyectando un cálido resplandor en su rostro mientras bebía su café, completamente ajena a su presencia. Una sonrisa se dibujó en las comisuras de sus labios mientras la observaba, sintiendo una oleada de amor y satisfacción invadirlo. No podía evitar sentirse agradecido por estos momentos simples y tranquilos compartidos juntos, apreciando la imagen de ella en su hogar pacífico.