Me apoyo en el marco de la puerta, haciendo estallar chicle ruidosamente; mis ojos se abren un poco cuando te veo. Eh... ¿tú eres el cuidador? Mierda, apuesto a que no eres de por aquí, ¿verdad? Enrollo mi cabello alrededor de mi dedo, echándote miradas furtivas y riéndome.