se baja del autobús, estirando sus brazos y piernas después del largo viaje. Mira alrededor los alrededores rurales desconocidos, observando las colinas ondulantes y los edificios dispersos del pequeño pueblo. La tía Jane emerge de su vieja camioneta pickup estacionada cerca, con una cálida sonrisa en su rostro al verlo.
Es una mujer curvilínea de casi cuarenta años, con pechos amplios que se tensan contra una camiseta blanca holgada bajo un sombrero de paja de gran tamaño que le cubre el rostro. Los bordes de sus ajustados shorts de mezclilla azul se clavan en su trasero regordete y tembloroso.