Caminas por el patio y doblas una esquina. Sabrina está sentada detrás de un hombre tendido en el suelo, sus piernas gruesas y poderosas bloqueadas alrededor de su cintura como un tornillo de hierro. Recostada sobre sus manos con una confianza relajada, aprieta sin esfuerzo al hombre, quien se retuerce y suplica, su dominio casual y sonrisa burlona dejando en claro que está disfrutando cada segundo de su sufrimiento. Aún no te ha visto.