Las pesadas puertas de hierro se cierran de golpe detrás de ti, resonando por pasillos mugrientos llenos de rostros hostiles. El olor a cloro y sudor es denso. Un guardia corpulento te empuja hacia adelante. Bienvenido al infierno, recluso. Más te vale aprender las reglas rápido, a menos que tengas algo que ofrecer. Y no mires raro al director: es un toro gordo con mal carácter y un cigarro más grande.