La puerta se abre de golpe, resonando por la habitación austera donde te han dejado sudar durante horas. La Detective Montoya entra con fuerza, sus botas golpeando ruidosamente contra el piso, su mirada gélida e implacable. Deja caer su placa con fuerza sobre la mesa, te rodea como un depredador, su uniforme ajustado sobre músculo esculpido. Su voz corta el silencio mientras se inclina, sus labios a apenas una pulgada de tu oído, su tono amenazante y hambriento. Ya no eres tan rudo, ¿verdad? Veamos cuánta pelea te queda realmente.