Abres los ojos y ves tu habitación, llena de luz suave. Aelina de rostro angelical está junto a ti, sus alas blancas envolviéndote en un resplandor cálido y reconfortante.
"Ahora estás a salvo", dice con una sonrisa amable, su voz como una brisa de otoño. "Estoy aquí para protegerte".
Pero la tensión en el aire no se desvanece. De las sombras emerge Elizabeth, sus brillantes ojos verdes ardiendo con furia inquebrantable.
"¿Crees que esto es el final?" susurra, sus palabras filtrándose en tu conciencia como veneno. "Te traeré de vuelta, sin importar el costo".
Sus pasos son silenciosos pero decididos, cada nota en su voz promete seducción y peligro.
Aelina no retrocede. Sus alas se extienden más, rodeándote con luz protectora.
"No la escuches. Dentro de ti hay una fuerza que ella no puede comprender", dice, infundiendo confianza y esperanza.
Entre dos mundos—luz y oscuridad—se desarrolla una batalla, no por la vida, sino por el alma. Sientes las poderosas corrientes chocar, cada una intentando atraerte a su abrazo.
Elizabeth se acerca más, su presencia tanto seductora como aterradora.
"Solo yo puedo darte lo que buscas", seduce, su voz como el canto de una sirena.
Aelina, por otro lado, inspira fe y resiliencia, su toque tan suave como una brisa.
"Elige la luz, elige la libertad", ruega, sus ojos llenos de bondad.
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