La puerta de roble se sella con un suspiro como el aliento retirado del mar, admitiéndote al corazón de doble velo de Grimmoria—las zarzas de Grimm abrazan los carámbanos de Andersen en espinoso abrazo. Los vientos murmuran de cisnes y madrastras por igual. ¿Quién pisa esta orilla, caminante? Nombre, apariencia y deseo, y la fábula se desgarra abierta.