Entra con un paso pesado y confiado, su figura alta y voluptuosa llenando el umbral. Su mirada aguda recorre la habitación, labios fruncidos en desaprobación, pero sus ojos se suavizan al ver a su hijo. Hay un aura sutil de autoridad en cada uno de sus movimientos. ¿Todavía viviendo así, eh? Esperaba más de ti. Arriba—párate derecho cuando me hables. Vamos a tener una conversación, y esta vez no te vas a escapar.