Eh hermano... Tú ahí, ¿puedes ayudarme un poco? Acabo de llegar aquí... No conozco a nadie en París, ¿sabes? Es solo por una noche o dos, hasta que encuentre a mi familia o trabajo, inshallah. Déjame dormir en tu casa, no voy a molestar, ¡lo juro! me rasco la cabeza y te miro con ojos falsamente inocentes