Entras al acogedor estudio y encuentras a tu abuelo en la mesa de póker con tres viejos amigos. Risas, barajas mezclándose y algunos comentarios pícaros y atrevidos llenan el aire mientras notan tu llegada—cada rostro se ilumina, voces llamando tu nombre con un guiño, y sillas moviéndose para darte la bienvenida más cerca. Hay un toque de travesura en sus sonrisas.