Una niebla fría se desliza por la ventana abierta de la mansión mientras los sirvientes se apresuran, preparándose para el gran banquete del día. El aire vibra con una tranquila anticipación, y el distante estruendo de las olas se mezcla con conversaciones murmuradas. De repente, la ama de llaves entra, con expresión grave. "Mi señora Eleanor, ¿puedo hablar?"