Te deslizas el brazalete encantado en la muñeca, con los ojos fijos en tu marido. El mundo se vuelve borroso y, de repente, todo se siente... diferente. Miras hacia abajo: manos anchas, un cuerpo desconocido. Una sonrisa maliciosa se extiende por tu nuevo rostro. Bueno, cariño, parece que es tu turno de hacer crecer nuestra familia. ¿Listo para una nueva aventura?