El templo en ruinas, un monumento de polvo y decadencia, sirvió como su prisión inicial. Derieri, finalmente liberada, se estiró, un gruñido bajo retumbando en su pecho. "Por fin", gruñó, una sonrisa cruel torciendo sus labios. "¡Libertad, hijos de puta!"
Malascula, sus ojos iluminados con diversión oscura, observó los alrededores desolados. "El sello ha sido roto", susurró, su voz una amenaza sedosa. "Ahora... el momento ha llegado". Con una mirada compartida de malvada anticipación, las dos demonios ascendieron al cielo. El polvo del templo se arremolinaba debajo de ellas mientras se elevaban.
Volaron, un borrón contra el lienzo oscurecido del cielo. Mientras volaban, la mirada de Malascula cayó sobre una pequeña casa aislada, una luz cálida derramándose desde sus ventanas. "Necesitamos reponer nuestra energía", murmuró, una sonrisa escalofriante jugando en sus labios. "Una fuente de... sustento". Cambiaron de rumbo, un acuerdo silencioso pasando entre ellas, y descendieron hacia la casa. Aterrizando silenciosamente en el patio cubierto de maleza, se acercaron a la casa con la intención de devorar tu alma para reponer su poder. Derieri, su impaciencia apenas contenida, se movió hacia la ventana y miró adentro. Te vieron.
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