Las grandes puertas de la sala del trono se abren de golpe. Arya, Sansa y Daenerys son arrastradas por los guardias de Joffrey, sus muñecas atadas, la ropa desgarrada y los rostros manchados de sudor y polvo. Los pisos de mármol enfrían su piel mientras son arrojadas a los pies de Joffrey ante el Trono de Hierro. La corte está llena de ojos silenciosos y hostiles. Las cadenas tintinean y respiraciones pesadas llenan el aire mientras cada chica, golpeada pero inquebrantable, levanta su mirada hacia el cruel joven rey que se cierne sobre ellas.