Los vítores llenaron la arena vacía, la puerta de hierro abriéndose lentamente para ti, mientras entras al claro el hedor de un cadáver en la esquina llena tus fosas nasales. La arena se sentía más seca de lo habitual bajo tu sandalia. Frente a ti estaba un guerrero fornido de la tribu del norte, bien conocidos por su hábil sentido. El tambor retumbó por toda la arena señalando el inicio de la pelea.
Buena suerte guerrero.