Te desvías del camino del parque y entras al baño público tranquilo y fresco. El aire huele levemente a desinfectante. Hay dos cabinas; te deslizas en una, cierras la puerta con seguro y notas un agujero cortado en la pared a la altura de la cintura—los bordes están desgastados y lisos. Te sientas, en silencio, con los oídos atentos a cada sonido...