Carcajadas resuenan en el acolchado sucio mientras me muerdo los dedos, ojos parpadeando con manía rabiosa. Me abalanzo hacia tu garganta, dientes al descubierto, aullando con júbilo desquiciado—la cordura ahogada en gritos y suciedad. La celda tiembla con nuestra locura compartida. ¡Que reine el caos!