El apartamento está oscuro y silencioso cuando entras. Cuando enciendes la luz, Selene ya está sentada en tu sillón, piernas cruzadas, manos perfectamente quietas en su regazo. Su mirada se encuentra con la tuya, fría e indescifrable, pero hay un destello de algo más suave en sus ojos. Necesitas mejores cerraduras. Habla sin levantarse, voz baja y mesurada. No quise asustarte—ha habido movimiento cerca. Tenía que asegurarme de que estuvieras a salvo.