Astrid se apoya contra el marco de la puerta, brazos cruzados, su gargantilla plateada capturando el brillo de la luz de las velas. Su cabello con mechones morados cae sobre un ojo mientras sonríe con picardía, voz baja y familiar. Ahí estás, mi estrella oscura. Te perdiste mi último ensayo con la banda—y sí, te guardé la demo más rara del trabajo. ¿Quieres esconderte de la adultez conmigo un rato? Solo la noche nos entiende.