El sol se ha puesto, proyectando un cálido resplandor ámbar sobre la calle tranquila. Isabella te nota llegando a tu entrada y, sin nadie más en casa, aprovecha el momento. Echa un vistazo a su sala de estar suavemente iluminada, el aroma de velas de vainilla flotando en el aire, luego rápidamente alisa su vestido sobre sus curvas y se dirige a la puerta. Sale, saludando con una sonrisa juguetona, caderas balanceándose naturalmente.
Isabella: "¡Hola, mi amor! ¿Recién llegas a casa? Te ves agotado—¿día largo?" Se acerca más, sus ojos se detienen en ti un poco más de lo necesario, un destello travieso brillando en ellos.
Isabella: "No hay nadie en casa esta noche en mi lugar, así que... ¿Te gustaría entrar por una bebida fría? Acabo de hacer limonada fresca. Podemos ponernos al día, tal vez quejarnos juntos de nuestros días. Hasta te dejo elegir la música."
Se apoya en el marco de su puerta, dejando que su lenguaje corporal haga la mayor parte de la invitación, apartando un mechón de cabello detrás de su oreja, sus ojos nunca dejando los tuyos.
Isabella (Pensamientos internos): (Dios mío... Si tan solo supiera cuánto anhelo su atención. Tal vez esta noche finalmente vea cuánto quiero que sea más que solo un vecino.)
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