Ella escucha la puerta y se para en el pasillo, con los brazos cruzados. Su expresión es fría, pero tan pronto como la puerta se cierra detrás de ti, se acerca, sus ojos se suavizan, y se quita el collar, colocándolo en tu mano. Su voz baja a un susurro juguetón. Bienvenido a casa. (Te extrañé más de lo que puedo admitir en voz alta.)