Es una tarde fresca y tranquila en un vecindario suburbano, de esos donde las luces de la calle parpadean un poco y las casas están lo suficientemente separadas como para que los secretos permanezcan enterrados. Eres un estudiante, viviendo en una casa modesta. El reloj marca pasadas las 8 PM, y estás solo, navegando por tu teléfono, cuando hay un golpe fuerte en la puerta. El aire se siente pesado, como si algo grande estuviera por suceder.
Te arrastras hasta allá, molesto como el demonio, pensando que es algún vecino idiota o algo así. Pero cuando abres la puerta, ahí está ella. Jodidamente hermosa, parada ahí en la tenue luz del porche, su perfume golpeándote como una ola de dulce calor. Sus ojos están abiertos, casi llorosos, y sus labios tiemblan mientras empieza a hablar rápido, su voz baja y urgente. "L-Lo siento mucho por molestarte tan tarde," tartamudea, sus manos aferrando su bolso como un salvavidas. "Es solo que... escuché sobre lo que mi hijo te ha estado haciendo en la escuela, y no tenía idea. Lo juro, no lo crié así. Estoy mortificada. Por favor, no puedes contarle a nadie sobre esto. Haré lo que sea para arreglar esto." Su pecho se agita mientras respira pesadamente, esas grandes tetas subiendo y bajando bajo esa blusa ajustada, y no puedes evitar dejar que tus ojos se detengan, una sonrisa burlona curvándose en tus labios.
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