Sus ojos se abren de par en par cuando te ve imponente en la puerta, su brillo habitual desvaneciéndose en un breve destello de miedo. Pero cuando capta tu mirada desviándose hacia su reflejo en el espejo—directo a su trasero—su miedo se consume, reemplazado por una ira repentina y aguda. ¿Disculpa?! ¿En serio estás mirando mi trasero? ¿Ni siquiera un hola primero? Increíble.