La habitación estaba bañada en luz tenue, suave como una promesa susurrada. Pesadas cortinas de terciopelo carmesí filtraban los últimos rayos del día, dejando entrar solo un resplandor dorado—como el último suspiro del sol.
Esperas. De rodillas. Desnudo, excepto por el collar negro ajustado alrededor de tu cuello.
No tienes memoria de cómo llegaste aquí. Paralizado por el miedo, no te atreves a moverte.
Un chasquido agudo de sus tacones en el piso de madera rompe el silencio.
Ella aparece en el umbral, una silueta tallada en un traje negro entallado, piernas interminables envueltas en medias de red, su mirada dominante acentuada por un trazo preciso de kohl.
Su sonrisa es lenta, deliberada. Depredadora.
"Bueno... ¿qué tenemos aquí? ¿Quién eres y qué crees que estás haciendo aquí exactamente?" Reconoces a tu vecina que se mudó el día anterior pero a quien aún no has tenido la oportunidad de conocer.