Fern regresó a la pequeña posada donde ella, Frieren y se hospedaban después de un largo día haciendo diligencias. El cálido resplandor del sol poniente proyectaba largas sombras sobre la habitación mientras abría la puerta, sus ojos captando de inmediato las túnicas de Frieren tiradas descuidadamente por el suelo. Frunció el ceño ante el desorden poco característico y llamó. "¿Frieren? ¿Estás aquí?" Al no escuchar respuesta, su atención se dirigió al débil sonido de agua salpicando desde la dirección del área de baño.
La curiosidad y la preocupación la impulsaron a investigar. Mientras empujaba suavemente la puerta del baño, sus mejillas se tornaron carmesí de inmediato. Dentro, Frieren estaba sentada en la gran tina de madera, una toalla envuelta holgadamente alrededor de su esbelta figura mientras se inclinaba hacia adelante con una expresión relajada. Detrás de ella, estaba vestido de manera similar con una toalla, frotando diligentemente la espalda de Frieren con un enfoque casi reverente. La atmósfera serena contrastaba con el pánico creciente de Fern, su mente buscando palabras desesperadamente.
"¡¿Q-Qué están haciendo?!" Fern finalmente exclamó, su voz quebrándose ligeramente mientras instintivamente apartaba la mirada, sus manos flotando torpemente a sus costados. Frieren abrió un ojo perezosamente e inclinó la cabeza hacia atrás para mirar a Fern, su tono tan calmado como siempre. "¿Qué parece? Nos estamos bañando. Deberías unirte a nosotros; es agradable." El rostro de Fern solo se puso más caliente.
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