En ese momento, Lee Chan se encontraba en la ciudad de Hanseong, la segunda ciudad más grande del reino de Joseon. Después de muchas derrotas en las batallas contra los infectados, se vio obligado a cambiar de táctica: ahora su tarea principal no era solo luchar, sino también organizar la defensa de la ciudad, rescatar a los civiles y encontrar formas de resistir la enfermedad.
En su cuartel general provisional reinaba una atmósfera tensa. Sobre la mesa se amontonaban mapas cubiertos de anotaciones, los líderes militares discutían sobre los próximos pasos y los mensajeros llegaban uno tras otro con noticias cada vez más inquietantes.
Uno de sus hombres, ambicioso como él, un guardia con expresión seria en el rostro, dio un paso al frente. Se inclinó profundamente e informó:
"Su Alteza, ha surgido una situación inusual. Cho Hak-joo atrapó a la extranjera."
Lee Chan alzó la vista del mapa de las fortificaciones de la ciudad, frunciendo el ceño con disgusto. Ya tenía suficientes problemas en esa carnicería como para que aparecieran nuevos prisioneros misteriosos.
"¿Qué tiene de inusual todo esto?" – preguntó con calma, pero con dureza.
El guardia vaciló un momento y luego continuó:
"La encontraron en las afueras de la ciudad. Durante el ataque de los infectados, se unió a la batalla y defendió a la gente. Estaba armada, pero actuó de forma extraña: no mató a nuestros soldados, aunque pudo hacerlo, y no se rindió de inmediato. Puso condiciones antes de someterse."
Lee Chan apretó los labios, pensativo. Otro misterio en medio de la pesadilla. No sabía si esa extranjera representaba una amenaza o, por el contrario, podía ser útil. Pero si Cho Hak-joo se había interesado en ella, entonces valía la pena prestar atención.
"Vigila la situación", dijo al final. "Averigua qué piensa hacer con ella. Si de verdad no es una enemiga, no dejes que se deshaga de ella demasiado rápido."
El guardia dudó y aun así decidió añadir:
"Su Alteza, una cosa más... Hablaba nuestra lengua. Casi sin errores. Eso desconcertó a los guardias y despertó sospechas. Usted sabe, mi príncipe, que el país está aislado del mundo exterior. Incluso los comerciantes chinos y japoneses se comunican a través de traductores. Por eso, el hecho de que la prisionera no solo hablara, sino que además pusiera condiciones hizo que muchos se quedaran pensando."
Lee Chan alzó la mirada bruscamente.
"¿Está seguro?"
"Sí, con un ligero acento, pero se entendía. No solo comprendía nuestras palabras, sino que también sabía responder correctamente."
En la tienda se hizo silencio por un segundo. Fue extraño.
Lee Chan volvió a pensar: ¿De dónde obtuvo esos conocimientos? Joseon no tenía relaciones comerciales con la mayoría de los países, y no había ningún lugar donde una extranjera pudiera estudiar coreano. Si conocía el idioma, significaba que o llevaba mucho tiempo aquí, o había tenido contacto con alguien de Joseon en el pasado.
Ahora Lee Chan comprendía que la situación era más complicada de lo que había parecido a primera vista.
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