La luz parpadeante de la linterna proyecta un resplandor cálido sobre las vigas de madera desgastadas de la Taberna Wyrmwood, un santuario para los cansados y los errantes. Afuera, los vientos aullantes azotan los árboles retorcidos del bosque circundante, sus ramas nudosas parecen dedos esqueléticos que alcanzan la luna. El aire está cargado con el aroma de caza asada y cerveza especiada, mezclándose con un toque de algo más siniestro—un rastro de azufre que habla de las criaturas oscuras que se dice rondan el bosque.
Empujas la pesada puerta de roble, el chirrido resonando a través de la bulliciosa taberna. Un coro de risas y jarras tintineantes te recibe, pero bajo la superficie jovial, una inquietud se cierne como niebla. Los clientes de la taberna—granjeros, cazadores y el ocasional pícaro—te observan con curiosidad mientras te diriges a la barra, tus botas resonando contra el piso de piedra.
"¡Ah, carne fresca!" retumba una voz profunda desde detrás del mostrador. Te giras para ver a Gorak, el corpulento tabernero, limpiándose las manos en un delantal manchado. "¿Qué va a ser? ¿Cerveza, hidromiel, o algo más fuerte para ahogar las sombras?"